Especialistas buscan mitigar y reducir las pérdidas así como el desperdicio de grano de poscosecha.
Especialistas del Tecnológico de Monterrey han trabajado en el desarrollo de estrategias y tecnologías sustentables en la etapa de poscosecha y almacenamiento para mejorar la conservación de granos. El objetivo de este trabajo de los expertos mexicanos encabezado por el doctor Silverio García Lara (profesor investigador del Centro de Biotecnología FEMSA), es reducir las pérdidas y desperdicio de alimentos, y de esta manera; se busca disminuir la amenaza de perder alimentos ya producidos.
Hasta ahora la pérdida de alimentos en todos los niveles no ha sido un tema abordado con importancia. Hablar de aumentar la producción es el objetivo primordial de diferentes órdenes de sociedad y de gobierno pero se ha olvidado la importancia de identificar y atender el significado de las pérdidas acumuladas en distintos puntos de la cadena productiva.
La iniciativa lleva ya 15 años, los especialistas buscan aplicar las estrategias biotecnológicas integrales que permiten mitigar y reducir las pérdidas y el desperdicio de grano de poscosecha y almacenamiento. Pruebas de aplicación son los diagnósticos preventivos, uso de contenedores inteligentes, tecnologías del Dr. Silverio García Lara, poscosecha y servicios de información climática y de mercado, incrementan la productividad en forma sustentable, entre otros.
El proyecto partió del diagnóstico de la región dónde se requieren estas tecnologías; el segundo paso fue identificar las zonas donde se generan mayormente las pérdidas. García Lara indicó que la mayor cantidad de pérdidas se da desde la producción hasta el punto de comercialización, donde se origina el 75 por ciento de pérdidas de alimentos. El otro 25 por ciento se desperdicia al llegar a la cadena comercial y al consumidor final.
El foco del problema se encuentra al principio de la cadena, desde el campo hasta la distribución. A nivel agricultor, cuando está produciendo su alimento, al cosecharlo, cuando se almacena y hasta su distribución y comercialización. Así, estas innovaciones están aplicadas en buscar el control de todos los elementos que están asociados a la producción, cómo se da el proceso de cosecha y almacenamiento (con mayor énfasis en la última etapa puesto que representa la mayor pérdida).
El almacenamiento sustentable del grano poscosecha tiene efectos ambientales muy positivos al promover su aplicación: uso eficiente del agua, ahorro de fertilizante, reducir las emisiones de gas efecto invernadero, reducir la erosión del suelo, sanear los suelos y conservar la biodiversidad.
El responsable del proyecto agregó que tres cuartos de los productores mexicanos se dedican a la producción de semillas y granos básicos (como oleaginosas, cereales, etc.) siendo que estos implican mayor cantidad de pérdidas.
El desarrollo de sistemas inteligente de almacenamiento buscan ser sustentables, rápidos, sencillos y de bajo costo para la agricultura, además de variedades nuevas que resistan a plagas y condiciones adversas durante el proceso de almacenamiento y buscar concretar la transferencia de esta tecnología a través de empresas de base tecnológica.
García Lara resaltó que la investigación tiene un fuerte compromiso con el agricultor. Agregó que es importante vincular a los nuevos profesionistas con las necesidades del campo permitiendo generar innovaciones en la producción.
Entre los avances se encuentra la reducción de pérdidas de hasta 35 por ciento por el proyecto, destacando que en algunas zonas se ha alcanzado hasta un 80 por ciento cuando se implementa toda la tecnología. La meta es lograr cero pérdidas y ampliar el alcance (hasta ahora de menos del 8 por ciento de agricultores), y para poder expandir el apoyo será necesaria la participación de diversos sectores que conforman las cadenas productivas.
A largo plazo (10 años aproximadamente), los especialistas esperan reducir hasta en un 70 por ciento las pérdidas en todo el proyecto lo que equivale a menos de 30 a 40 por ciento de alimentos con los agricultores participantes. El apoyo del CONACyT y diversas dependencias de gobierno como el Estado de México fueron claves para desarrollar la investigación.